ESTADO DE COMODIDAD -garabateando a los jóvenes artistas-

En este instante las calles de la ciudad no suenan como en el pasado: el ruido de coches bombas se ha extinguido, los apagones, frecuente espectro de la década del 80, han desaparecido ¿Y qué pasa ahora en el 2014, cuando el panorama se muestra “democrático” y los cuerpos gozan de estabilidad económica? Revisaré el cuerpo social de los estudiantes de arte que, por alguna razón, se ha transformado: su desobediencia ya no recurre a los modos de hacer de bajos costos, ni su promiscuidad natural los confronta en colectividades o espacios independientes.

La calle, el lugar por excelencia de la confrontación, la negociación y la re-significación ha pasado de ser una opción política a un trampolín de particularidades apolíticas. Jóvenes entusiastas aparecen marchando, gritando con el pulmón en sus manos, como un producto del capitalismo convertido en activismo pasivo. Su rol social se ha convertido en la lucha ideológica de un reflejo secundario. Me pregunto si al término de cada protesta queda algo en la calle, ese tiempo glorioso de los 80 se ha reducido tanto. El desierto de Lima vuelve a aparecer frente a nuestros ojos.

¿La ciudad de hoy ha cambiado o el paradigma de “libertad” se ha sacrificado por un estado de comodidad? Seguridad ciudadana, rejas, cámaras de videos, portería de control de edificios-barrios-residenciales-etc. ¿La ciudad está vigilada o el cuerpo social secuestrado? Ya lo anunciaba Armand Mattelart en Un mundo vigilado[1], cuando decía que las nuevas tecnologías han afectado nuestras vidas privadas y la manera de cómo relacionarnos. Veo semanalmente avisos por el facebook de reuniones de todo tipo, organizaciones políticas, activistas, amantes de los animales, derechos humanos, comunidades LGTB, entre otras tantas manifestaciones sociales, lo cual brinda una imagen atractiva políticamente hablando del nosotros. “Podemos pensar que se ha despertado una diversidad de tomas de posición ciudadana y política”, o son tan solo el like que fortalecen el enunciado de ciertos post que esclarecen el perfil de un actor militante apolítico alejado de toda disidencia social callejera.

¿Cuántos de estos ciudadanos intercambian su cuerpo en la esfera pública de a pie? A ellos el ciberespacio les sirve como un muro enrejado de desidia, para otros es estar atentos a los chismes o vacilaciones festivas. Pregunto si al salir de sus casas y ver la ciudad de neón no sospechan de nada. A estos cibernautas que se solidarizan con los desastres de los otros, de los alejados, de los periféricos, ¿qué harían sin las redes tecnológicas? Sé que la cita es ingenua, y que la tecnología ha permitido contemplar el acto humano en toda su dimensión política, es por eso que en cuestión de segundos desde Lima hasta el Medio Oriente nos enteramos de todo, desde lo más banal hasta lo más infame.

¿Qué significa esta exposición para ellos? Un cúmulo de archivos contando las calamidades de América latina, en un momento donde quizás no habían nacido. ¿Qué significa el pasado? ¿tiene algún valor para ellos? O tan solo son escombros apilados en la esquina de una calle sin nombre. Hoy más que nunca es tiempo de significar las prácticas que dieron lucha a dictaduras, de repotenciar acciones humanas en gestos creativos llenos de vitalidad; es tiempo de transformar los aparatos de control en herramientas de acción política que liberen al ciudadano de este enrejamiento inconsciente. Algo está pasando, algo va a pasar y aún no nos damos cuenta.

Un nuevo espacio aparece en escena: Galería ambulante, espacio conformado por estudiantes de arte de las tres escuelas de la ciudad de Lima (Universidad Católica, Bellas Artes, Corriente Alterna). A primera instancia me cuestiono el nombre de “galería”, porque reafirma una serie de operaciones de mercado y más aun cuando el espacio se ubica en Barrios Altos, zona popular de Lima, donde el imaginario geográfico da pie a otras incursiones. Este espacio se encuentra en el segundo piso de un inmueble de la policía, cedido de manera gratuita. Sin embargo, la policía puso sus condiciones, no trabajar con política y terrorismo y que a cambio de usar el espacio se comprometían a realizar actividades artísticas con la comunidad. ¿No existe la reflexión ante la represión?

Rápidamente un recuerdo me asalta, la masacre de Barrios Altos ocurrida el 3 de noviembre de 1991. Quince personas murieron y cuatro más fueron heridas por atacantes que posteriormente fueron identificados como miembros del Grupo Colina. ¿Qué significa la memoria del lugar para los jóvenes? Un lugar, un espacio, un recipiente, un escenario, un lienzo o una zona de la ciudad para pintar que tenga sentido marginal, no lo sé aún. Qué reflexión pueden tener un grupo de artistas jóvenes cuando su interés discursivo es ingresar al sistema del arte y ser legitimados por la institución-galería–museo, tampoco lo sé.

En los 80 las estrategias de comunicación apelaban a soportes precarios/baratos para desde esa frontera construir mecanismos de militancia que reafirmen o discutan el papel de la institución. Los grupos de artistas que se forman ahora son flujos accesorios, monedas cambiables por insignificantes vitrinas momentáneas. Son estos artistas que necesitan de la exposición para registrar sus modos de hacer como una práctica que los escriba en una historia.

Si el territorio ganado en los 80 solo hubiera servido para llenar páginas de un documento del cual se vale esta exposición, las prácticas artísticas habrían fracasado. Los jóvenes en la actualidad me preocupan porque su pasado no existe. ¿Porque la reflexión se archiva?

El deseo por la experimentación se reduce al estado de comodidad, ese espectro mundano, bohemio, superfluo, donde las almas corren entre inauguraciones, cuerpos poseídos por abolir su sentido crítico y atender en el reposo de los conformismos la idea que todo anda bien. Y que las ferias de arte, ART LIMA y PARC, elevan la producción local, en antídotos de no cuestionar la falta de espacios de circulación estética, de crítica, de reflexión. En esa tempestad nos encontramos ahora, entre el despojo de individualidades por intenciones frívolas.

¿Qué sucede con las prácticas ciudadanas? ¿Solo quedaron para los activistas? ¿Qué pasa con los artistas y sus estrategias de producción? Solo son elementos de posesión para el traslado a una galería o museo. ¿En dónde quedó el delirio de la ANARKIA? ¿y si el desborde sexual quedó desvanecido cuando murió Giuseppe Campuzano? ¿Qué pasa con los otros y su nivel de complacencia? ¿Hasta dónde llega su hartazgo y su flema? ¿Qué pasa ahora en el 2014 cuando tenemos conflictos sociales, cuando las mineras arrasan nuestros poblados de la sierra, selva? Ahora, ¿cómo tú pones el cuerpo?


Christians Luna
Febrero 2014

[1] Mattelart, Armand. Un mundo vigilado. Paidós. Barcelona. 2009



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