X ≠ X

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Texto impreso con motivo de eX²periencia, un evento que tuvo lugar en la Sala Luis Miró Quesada Garland de Miraflores en Lima entre el 14 de febrero y el 2 de marzo de 2013.

Siendo fieles a su título original: Generation X'd. Douglas Coupland commits gene-X-cide, este artículo debería haberse traducido como: Generaxionando. Douglas Coupland comete gene-X-cidio. Sin embargo y en sintonía con el sentido del texto preferimos jugar con una de sus frases: Let X = X  y titularlo X ≠ X. Un nombre que finalmente, y sin tanto apego por la generación de marras, acabamos utilizando para denominar a este blog.
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Hace cinco años cuando tenía veintiocho, escribí un libro llamado “Generación X”. Era sobre tres extraños que decidían retirarse de la sociedad y mudarse al extrarradio de Palm Springs, California, donde trabajaban en empleos lamentables tocando el fondo de la cadena alimenticia. Juntos, pasaban el tiempo tratando de reubicar sus identidades individuales dentro de un nuevo paisaje psíquico en el que la memoria personal se pelea con las memorias comerciales. A medida que iban en busca de significado, los tres percibían que su alejamiento era un acto de cordura en lugar de negación; su visión del mundo era simultáneamente irónica y sentimental, y reflejaba un modo de pensar que yo nunca antes había visto documentado.  El título del libro no tuvo que ver con la banda de Billy Idol como muchos supusieron, pero vino del último capítulo de un curioso libro sociológico acerca de la estructura de clase estadounidense titulado “Class”, por Paul Fussell. En su capítulo final, Fussell nombraba una categoría “X” de gente que quería saltar del carrusel de estatus, dinero, y arribismo social que a menudo enmarca a la vida moderna. Los ciudadanos de X tenían mucho en común con mis propios personajes socialmente desconectados; de ahí el título. El título del libro también permitía a Claire, Andy y Dag quedar como individuos enigmáticos al mismo tiempo que los hacía sentir parte de un todo mayor.

La diminuta edición de “Generación X” en marzo de 1991 no tuvo publicidad, y casi no obtuvo reseñas. Pero ese verano un tejano de mi edad llamado Richard Linklater lanzó la película “Slacker” (Rezagado) que estaba llena de loquitos sobre-educados y sub-empleados en vago paralelo con los personajes de mi libro. Y en Seattle una nueva forma de música hizo explosiva aparición. Su actitud tenía todo que ver con la toma de distancia, la contemplación y la búsqueda de los márgenes, solo que con el volumen subido a once. Para los medios de comunicación dos es nada, pero tres es tendencia. Así nacieron las tres cuñas más abusivamente usadas de principios de los ‘90s: “generación X”, “slacker” y “grunge”.

Los problemas empezaron cuando los dictadores de tendencia en todas partes empezaron a aislar pequeños elementos de las vidas de mis personajes -su modo distraído de manejar problemas, o su cuestionamiento del status quo- y los inflaron para que representaran a una generación entera. Parte de esta falsa representación emanaba de los que integraban la ola de nacimientos de la post-guerra (los baby boomers), que se sentían macheteados por la recesión y avergonzados por cómo habían faltado a sus propios valores sesenteros, y empezaron a transferir su tiniebla colectiva al grupo que amenazaba con tomar su espacio bajo los reflectores. ¿Resultado? Los X-eros fueron etiquetados de monstruos. Sus alegatos se convirtieron en “lloriqueos”; el ser suave se convirtió en “estar rezagado”; y su lucha por hallarse a sí mismos se convirtió en “apatía”. Una vez que comprendí esta transferencia de angst, sus críticas tomaron su propia lógica torcida y se volvieron instantáneamente benignas.

Entonces empezó el marketing. Fabricantes y traficantes urbanos de la imagen. Esos comerciales de la cerveza Budweiser en los que gente hacía refritos de las comedias de TV de los 60’s. Un-chongo-de-gustos. La ironía, que la mayoría de la gente joven utiliza para que situaciones absurdas se tornen pasables, fue usada por primera vez como una herramienta de venta. Esta pornografía demográfica fue, de toda la explosión X, lo que probablemente originó más rechazo entre la gente joven. Quiero decir que, claro, otros movimientos marginales del pasado -los expatriados de los 20’s en Paris, los beats de los 50’s, los hippies de los 60’s, los punks de los 70’s- fueron todos marketeados a fin de cuentas, pero X fue hipermarketeada desde el comienzo, lo cual fue duro.

Por ese entonces mi teléfono empezó a timbrar con corporaciones que ofrecían de $10.000 para arriba por hablar sobre el tema de Cómo Venderle a la Generación X. Dije no. (Gap me pidió hacer un comercial. Era tentador, pero me rehusé cortésmente.) A fines de 1991 después de que ambos partidos políticos habían llamado para pagar por consejería sobre X, básicamente me retiré de todo este discurso de feria.

Y ahora aquí estoy para decir que X se acabó. Me gustaría declarar una moratoria de toda la bulla porque la noción de que ahora existe una generación diferente -X, Y, K, lo que fuera- ya no es debatible. Kurt Cobain está en el cielo, “Slacker” está en Blockbuster y los medios se refieren a cualquiera de trece a treintainueve años de edad como X-eros. Lo que solo viene a probar aún más que marketeros y periodistas nunca entendieron que X es un término que define no una edad cronológica sino una manera de mirar el mundo.

Y ahora que nos vemos liberados del bulto X, ¿Qué hacer? Bueno, todavía es buena política continuar desafiando etiquetas: Una vez que las personas piensan que te han metido en un casillero, también van a pensar que pueden explotarte y usarte. (Sé de lo que hablo.) Rehúsate a participar de todos los debates generacionales. Y en lo que concierne a la explotación del marketing, algo bueno acerca de la sensibilidad X es que está siempre unos pasos por delante del juego de los medios. Los marketeros sabían que para sacarle plata a los baby boomers, solo tenían que poner una canción de los Beach Boys y mostrar un clip de Vietnam. Con X, ingenuamente continúan asumiendo que cualquier generación disfruta de participar activamente de venderse a sí misma.  Equivocado. Que X = X.

Uno podría creer que los boomers, que alcanzaron mayoría de edad en los 60´s, estarían excitados con ver que la noción de individualismo se adapta a un mundo cambiante. En lugar de ello, solo ven monstruos. Andy Warhol dijo una vez que le gustaban las películas de ciencia ficción en las que al final el monstruo ponía un huevo porque eso garantizaba que habría una continuación. Bueno, mis tres personajes no pusieron huevos al final de “Generación X”, pero tal vez en vez de ello hubo quien puso otros huevos. Pienso en millones de huevos de monstruo allá afuera en el futuro que vendrá, de los que saldrán pequeños bebés fangosos y con cuernos, arrastrándose hacia una forma de verdad, incansablemente, en masa, declarando la guerra a las fuerzas de la estupidez.

De modo que se un monstruo, por favor.



Douglas Coupland


Aparecido en la revista Details, Nueva York, junio de 1995
Traducción: Jorge Villacorta






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